jueves, 11 de marzo de 2010

SOBRE EL LAICISMO

SOBRE EL LAICISMO

La razón para decir unas palabras sobre el laicismo es la incorrecta interpretación que se ha hecho del término “laicismo” por parte de diversos colectivos, bien de manera inconsciente bien interesada. Enfocaré este pequeño artículo primeramente desde un punto de vista histórico sobre qué ha significado el término “laico” históricamente hasta qué significa ahora.
Según la RAE laico viene del latín “laicus” y da los siguientes dos significados:
Que no tiene órdenes clericales.
Independiente de cualquier organización o confesión religiosa.
Aún así la Wikipedia expone que el término “laico” proviene del griego λαϊκός (laikós), significando este “alguien del pueblo”. Ambos dos significados nos interesan.
El término laico comenzó a utilizarse en el cristianismo para referirse a todo aquel que no fuese sacerdote. Los laicos eran pues personas que formaban parte de la Iglesia pero que no habían recibido las órdenes sacerdotales. Es con este sentido con el que continúa utilizándose durante toda la Edad Media, donde se asienta claramente la diferencia de los tres órdenes (bellatores, oratores y laboratores). Laico era pues todo aquel que no perteneciese al segundo de los órdenes.
Hemos de contemplar también la evolución de la Iglesia durante toda la época que va desde sus orígenes hasta la Revolución Francesa. Es sobre todo desde el Edicto de Tolerancia de Milán en el 313 cuando el Estado comienza a interferir en la vida eclesial ejerciendo el emperador Constantino su tutela. Más tarde la tutela se invertirá, siendo la Iglesia, sobre todo en tiempos del emperador Teodosio el que es tutelado por San Ambrosio, obispo de Milán. Es durante la Reforma Protestante cuando comienza a establecerse la separación Estado – Iglesia por la desintegración de todas las órdenes regulares y del poder experimentar la experiencia religiosa entre el laicado, eliminando una parte del poder del estado sacerdotal. Durante todo el siglo XVIII se desarrolla la Ilustración, desarrollada a partir de la crisis religiosa que se vive durante todos los siglos XVI y XVII. Es durante este periodo cuando comienza a cuestionarse duramente el papel no ya de la Iglesia si no de la religión en la vida de las personas, apareciendo los primeros ateos desde la Antigüedad Clásica. Algunos autores comienzan a afirmar la separación Iglesia – Estado durante el Renacimiento, consolidándose la afirmación durante la Ilustración.
Es a partir de la Revolución Americana en Estados Unidos y de la Revolución Francesa en Europa cuando este ideal se transforma en realidad. La Revolución Francesa afirma la libertad de culto que, pese a ser cuestionada en numerosos países desde entonces, termina afirmándose en la Declaración de Derechos del Hombre en la ONU el 10 de Diciembre de 1948.
Así pues, ¿qué significa laicismo? Hay básicamente dos definiciones para laicismo:
hostilidad contra la religión
autonomía de Estado e Iglesia.
El problema del laicismo, fomentado interesadamente por la Iglesia y equivocado por muchas personas también, es hacer prácticamente una equiparación de laicismo y ateísmo. Ateo como su propia definición significa (“a theos”, sin dios) es toda aquella persona que no cree en ningún dios. Laico es toda persona que desea la separación de Estado e Iglesia. Es por tanto incongruente un cristiano o musulmán ateo, es sin embargo absolutamente posible un laico creyente. Hay que dejar por tanto absolutamente claro la no hostilidad contra la religión, lo que por otro lado alejaría el principio laico de todo creyente.
El laicismo debe por tanto garantizar la independencia del Estado de la Iglesia y la de la Iglesia frente al Estado. Ahora bien, la religión, como fuente de moral, ha de poder expresar su visión de las cosas garantizando así la libertad de expresión. Nótese bien el empleo de la palabra “religión” y no el de la palabra “Iglesia”. He querido con esto hacer una clara diferencia entre ambas. Religión como fuente de moral, como conjunto de creencias de individuos y de pueblos. Iglesia como institución, como organismo y como Estado, y siendo Estado como tal no es correcto ni aceptable que este sea fuente de moral, pues por principio la única fuente de moral debieran ser las personas.
Para hacerles comprender a las personas lo que es el laicismo hemos primeramente de comprender las costumbres ancestralmente arraigadas en los pueblos. Hemos dicho que el laicismo es absolutamente diferente del ateísmo. Así pues no se ha de tratar de combatir bajo ningún concepto la religión ni las creencias si no las organizaciones de poder que se extienden a su amparo. Se han desarrollado a día de hoy diversas estrategias tendentes a expulsar símbolos religiosos del espacio público. Hay que tener un cuidado exquisito con respecto a estos actos pues la tradición se mezcla con la religión numerosas veces, y muchas veces se toma por ateos a las personas que los promueven. ¿Quién podría decirme si las procesiones de Semana Santa en Sevilla son tradición o religión? Posiblemente una mezcla a partes iguales de ellas. ¿Cómo defender pues un sano modelo laicista? El pilar básico es la educación e información. No se han de desgastar las personas ni las asociaciones en tratar de luchar contra costumbres, si no tratar de hacerles ver básicamente que no se puede pagar con el dinero de todos las costumbres de unos pocos. ¿Cómo se entendería el dinero que le es entregado todos los años a la Iglesia Católica como complemento a que no es capaz de autofinanciarse?
Por otra parte hay que comprender la naturaleza de la Iglesia. Actualmente la religión predominante en nuestro país es la Iglesia Católica. La Iglesia Católica tiene una configuración particular con respecto a otras ramas del cristianismo pues es a la vez Religión y Estado independiente. Esto nos plantea un doble problema. Al ser la Iglesia una religión puede dar con propiedad su opinión sobre asuntos morales de diversa índole. Ahora bien, al estar configurada la Iglesia como Estado nos surge el problema de la injerencia de un Estado en los asuntos de otro Estado. Las religiones nos plantean otro serio problema como es la contravención por parte de las religiones de leyes fundamentales. Hemos de hacer primar en estos casos la libertad de expresión preferentemente a intervenir directamente en los asuntos de la Iglesia. Ahora bien, el no intervenir directamente al estilo anglicano, lo que comportaría la no separación Iglesia – Estado, no implica que los asuntos eclesiales no puedan ser juzgados por los tribunales ordinarios. Es por tanto necesario que a la Iglesia se le den varios estatutos jurídicos. Para ello veo conveniente dividir la Iglesia en varias partes:
una Iglesia secular, formada por el clero secular y toda la jerarquía eclesial. La mayor parte de los ingresos de esta Iglesia debieran cifrarse en las limosnas y la recaudación del turismo en los bienes que reporten ingresos de ello;
una Iglesia regular, formada por los monasterios y órdenes religiosas que existan en el país. Sus ingresos se basan en colegios, limosnas e ingresos del turismo por sus bienes inmuebles;
instituciones y empresas administradas por la Iglesia o que pertenecen a su propiedad. Tales son universidades y centros educativos o empresas como la COPE;
ONGs como Caritas.
Evidentemente esta división se ha realizado en función de las fuentes de financiación de cada grupo. Evidentemente cada uno de los diferentes estatutos tendrá que estar regido por sus propias normas y sometido a sus correspondientes impuestos.
Junto con los apropiados estatutos jurídicos de la Iglesia tendríamos que conseguir que la propia institución se autofinanciase. El primer y fundamental paso para ello es eliminar progresivamente la financiación de la Iglesia por parte del Estado. Lo siguiente es cuantificar el patrimonio que es verdaderamente de la Iglesia. Evidentemente los bienes culturales creados o patrocinados por esta institución a lo largo de los siglos son de interés público. Estos bienes deben ser censados, dejando para otra discusión si estos bienes pertenecen a la Iglesia o al pueblo. Con respecto a su disfrute, es claro que debe existir la prohibición de enajenación y la obligatoriedad de su correcta conservación pues son parte del patrimonio cultural español, además de la obligatoriedad de que puedan ser expuestos y contemplados tanto por expertos como por el público en general. Con respecto a cobrar por su acceso, depende todo de si el mantenimiento de esos bienes se realiza con dinero público o con dinero de la Iglesia. Evidentemente si se realiza con dinero público esos bienes deben formar parte del patrimonio público. Las limosnas son otro problema a resolver. El motivo de la mayor parte de las limosnas son o el mantenimiento del culto o las obras de caridad, teniendo la peculiaridad de que son dinero negro ( o que al menos tiene su misma naturaleza). El mismo problema nos dan las tasas cobradas por la Iglesia gracias a diferentes servicios ( bodas, bautizos, comuniones...). El tratamiento de las segundas es muy simple, deben ser fiscalizadas. El tratamiento de las primeras es más complejo. Hay que asegurarnos de que el dinero recaudado por semejantes razones se dedique a los fines por los que fue donado. La propuesta para ello es bastante simple y razonable: debe ser obligatorio el depositar todo el dinero así recogido en una única cuenta corriente de todas las parroquias de España. Ese dinero no tendría, en principio, que estar sujeto a impuestos pues se dedicaría o a obras de caridad o al culto. El resto del dinero no depositado en esa cuenta y del que no pudiese aclararse su origen tendría que ser confiscado.

Sergio